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Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmail  Descubrí a Yuval Noah Harary un día, en una de esas esperas eternas en un centro médico. Vi un artículo sobre la forma que tiene este historiador israelí de explicar la historia. Y le hice una foto a su nombre porque pensé que, cuando lo necesitara, no me acordaría de cómo se llamaba. Todo aquel que me conozca sabrá que tengo un serio problema con acordarme de los nombres de las personas. ¡Bendita tecnología! Varios días después tuve que recurrir a él… e investigué un poco más y descubrí en la suya una forma totalmente diferente de explicar la historia, con la que ha conseguido que sus alumnos se extiendan a lo largo de la faz de la tierra. Después de conocerlo en detalle, me ratifico en mi afirmación. Siempre lo digo. Hay profesiones en las que no se puede ser mediocre. Y un profesor no puede serlo. Me maravilla como ha conseguido que lecciones tan arduas sean interesantes para miles, millones de alumnos. Esto es precisamente lo que tiene que conseguir un profesor. Seguro que recuerdas profesores que consiguieron engancharte, emocionarte y profesores que no. Maestros que te transmitieron su pasión por una ciencia y que recuerdas con cariño. ¡Qué pena que confiemos nuestra educación a personas mediocres, que no puedan transmitir su pasión por lo que enseñan! En Finlandia, país que tiene el sistema educativo con los mejores resultados del mundo, ser profesor es una de las profesiones más prestigiosas y, por supuesto, totalmente vocacional. Sólo un 10% de los aspirantes consigue entrar en la carrera ya que la nota de entrada que se pide es superior a 9. Además se evalúa la sensibilidad del profesor para poder ejercer e, incluso, si no trabaja correctamente se le despide. En Finlandia lo tienen claro, lo más preciado que se puede transmitir a las nuevas generaciones es la educación, el interés por las cosas, potenciando en cada individuo sus mejores capacidades, que no tienen por qué ser las que estándar. Por ello, su sistema educativo no depende de las leyes aprobadas según el signo político del partido que gobierne, sino de los propios centros y los profesores. Otro ejemplo del que también me quiero hacer eco es el de Nancie Atwell, ganadora del premio Global Teacher Prize, considerado el Nobel de la enseñanza. Ella consigue reiteradamente que sus alumnos lean unos 40 libros al año y escriban sobre ellos y los analicen en profundidad. Lo logra por el mero hecho de hacer que sean los propios alumnos quienes decidan sus lecturas. Son los de Yuval y Nancie, como los de muchos otros profesores anónimos implicados y motivados en su trabajo y conscientes de la importancia que tienen en la educación de las generaciones futuras, ejemplos de pasión por enseñar. Todo el sistema debería seguir ejemplos como los suyos ya que son claves para la motivación y el desarrollo de las sociedades futuras. Lo que decía, que un profesor o un maestro no puede ser mediocre, tiene que ser excelente.
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